PRIPYAT.- Un cuarto de siglo después de la catástrofe en la central nuclear de Chernobyl, a Ucrania le resulta difícil cargar con la herencia del accidente. Hoy, muchas personas siguen sufriendo las consecuencias de la radiación. Y los acontecimientos en la central japonesa de Fukushima refuerzan el recuerdo del horror.

A dos kilómetros de Chernobyl se palpa la fuerza destructiva de la radiación: en Pripyat, una ex "ciudad modelo" soviética, sólo se entra con permiso especial. Dos uniformados vigilan un puesto de control: 25 años después de la explosión del reactor 4 de la planta nuclear, la localidad sigue siendo altamente radiactiva e inhabitable.

La mayoría de los 50.000 habitantes de Pripyat dormía cuando ocurrió el desastre, en la madrugada del 26 de abril de 1986. En la ciudad vivían muchas familias jóvenes y había numerosos jardines de infantes y escuelas. La mayoría no volvió a ver sus hogares.

Los "liquidadores"

Sólo pocos se quedaron para eliminar las huellas del accidente. "La lealtad a la patria chica era más importante que la propia salud o el dinero", dice el ex ingeniero nuclear Nikolai Issayev.

Issajev vive cerca de Kiev, a unos 100 kilómetros de Chernobyl. Dirige una de las organizaciones de "liquidadores", como se llama a los miles de trabajadores y soldados que se encargaron de limpiar la zona de desastre. En un ambiente cargado de radiactividad, más de 300.000 "liquidadores" construyeron un sarcófago provisional sobre la ruina del reactor derrumbado.

Issayev, de 56 años, padece una larga lista de enfermedades, incluyendo inflamaciones crónicas del hígado y otros órganos. En 1991, debió abandonar la central nuclear por motivos de salud. Hoy sigue luchando para que el gobierno cumpla con las promesas y las leyes promulgadas a favor de las víctimas de Chernobyl. "A diferencia de antes, ya no hay medicamentos gratis para nosotros. Nadie quiere atendernos sin cobrar", reniega.

Hoy, no hay acuerdo entre expertos y organismos internacionales respecto de la cantidad de muertes por enfermedades relacionadas con la radiación que ocasionó el desastre de Chernobyl. Aun así, Ucrania, pobre en materias primas, no quiere abandonar la energía nuclear: el gobierno en Kiev pretende casi triplicar el número de reactores hasta 2030.

Agujas y sustancias

"En todos estos años, la radiación apenas ha disminuido", dice el experto nuclear Heinz Smital, de Greenpeace. La aguja de su contador Geiger gira totalmente hacia la derecha cuando mueve el instrumento a ras del suelo.

A 100 metros del reactor destruido la aguja hace lo mismo. Subido a una plataforma, el físico coloca el aparato cerca de su abdomen y la aguja retrocede. "Así se puede ver que el cuerpo absorbe la radiación", explica. La radiación que penetra en el organismo es 100 veces mayor que la radiación ambiental normal, señala Smital. Quien permanece en el lugar un par de horas corre el riesgo de sufrir daños celulares, enfermar de cáncer o contraer otros males.

Médicos ucranianos advierten de que incluso 25 años después del desastre nuclear hay alimentos contaminados con radiactividad. Especialmente en la leche, los hongos y la carne existe una concentración muy elevada e inadmisible de la sustancia radiactiva Cesio 137, dice Irina Labunskaya, quien trabaja como científica para Greenpeace. Esos productos, asegura, muchas veces se venden en mercados situados fuera de la zona de exclusión y de las áreas especiales.

Precisamente, Labunskaya subraya mucha gente que vive en las áreas afectadas por la radiación apenas tienen acceso a "alimentos limpios". Chernobyl aún es una amenaza de larga duración. (DPA)